EL TEJIDO - CUADERNO DE FUERZA MAYOR (2005)

29 DE MAYO

Donde va ese pájaro que desaparece tras la montaña. Donde el ojo ya no lo alcanza y aún el cráneo lo sigue. Donde se pierde y pasa a ser inmortal, en la tristeza del cuenco. Allí. Donde el pájaro que ya no está en el aire, que ya no existe para el cielo parcelado. Allí. Con el tenue amor de los desaparecidos, con el fiero que se enlaza a la cobarde espera, para siempre, para siempre, en lo que se ha perdido.

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Arranqué y mordí aquella tela del ala. Y me dijiste. Derruí las columnas de los templos. De los pequeños templos de la siesta y el porro y del humo y el baño y el sueño y machaqué el ángel dormido en el alfeizar. Y me dijiste. Mira mis uñas, están aborgoñadas por el flujo y la sangre y la tierra, devorada la luna y lamido el plato vacío del astro, aún hay un lobo. Sin pelaje. Sin hermosura, a sabiendas de los destrozos y el fulaneo de las heces en las sombras. No hay jardines en Versalles, hay legiones de hambres y nudos de un sordo dolor y amputaciones para la belleza antinatura, fabricada, del hombre. Y yo te lo digo y te lo exudo en este roce, en esta cuchara y en este párpado que humea o teje la telaraña del llanto sordo por la comprensión. Pues soy. Y tu dijiste. Y yo hablaba tanto que no conseguí alcanzar tus palabras. Y las repetiste, y no las toqué porque me había arrancado las orejas en un antiguo homenaje al mar. Y seguías hablando. Y casi sonreías, allí perdida para siempre, desmembrada. Conmigo