La lucidez no cura, sólo desvirtúa.
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Nuevamente medrar en la respiración…. Cansino renovar lo incomprensible
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Sólo se huye del tiempo en el desequilibrio
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Retorcerse es la finalidad de todo pensamiento. Mendigo momentos de disolución que no creen en mí.
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Saber todo sin gobernar nada. Vivir a expensas de lo que no necesito.
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Nunca recuerdo dónde puse los cepos, pero sé que los puse yo.
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Miedo al tiempo que me queda. Pienso en esto: Meter la mano abierta en un bancal de arena. Sacar la mano apretada y verlo perderse, cuanto más aprietas.
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Pienso en la lentitud de lo que queda. La lentitud de la vorágine
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Esperar que la decrepitud melle la fuerza necesaria para las pasiones.
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La velocidad de las imágenes, la atrocidad de su fragmentación, donde nada logra estacionarse para ser contemplado. Prueba de la superficialidad del infierno
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No confundirse: cambia la piel del error
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Llegar a la humildad a través del miedo es la única forma que asedia, dentro de mí, y en torno mío. En todas sus formas, el miedo como único conductor de una corriente mística. Veo degenerar la luz en la consecución de la dinamo.
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No puedo evitar el ridículo ajeno, siempre ajeno, aunque sea ese otro que me mira- cuando habláis con el corazón abierto…
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Dónde el corazón abierto. Dónde el canal de silencio. Dónde la desertización de las manos. Dónde la hierática de la comprensión… Por qué los nervios
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Sólo se olvidan los motivos del odio.
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Trepida al borde del labio como una sombra que se configura y toma carne... cae como un filo el pérfido responso, articulado sin necesaria equidad. Así funcionan las cosas en la oscuridad de la sangre.
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Cómo perdonar a todos aquellos que me vieron llorar como un demente de la injuria.
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