DIGO QUE SOY JABALÍ (METAJUANISMO)

falso robado en las playas del 9 infierno de Dante sustraído a la Agencia Cisco&Miño Inc
Desde chinorri que tuve los dientes apretados. La mandíbula demasiado estrecha para tantos dientes. Se han ido amontonando según crecían. Un poco como lo de los doberman con el crecimiento del cerebro vs el del cráneo (la rabia o locura de la raza de perro alemán, paroxismo del diseño de una nueva raza de habitantes del mundo tras la muerte del dios o su sustitución por el Artefacto). Volviendo sobre mi piñata, lo peor está en la fila de abajo. Se apiñan dejando fuera los incisivos y apretando los que hay entre ellos en una extraña sierra que escarpa la carne de la encía. Mirados con un espejo desde donde yo los veo, no parecen dientes, sino costillas de un enorme animal que se han solidificado hasta crear una pequeña cordillera. La dimensión del maxilar inferior comparada con la del superior se percibe claramente al cerrar los dientes, quedando los de abajo detrás de los de arriba, donde un paleto sobresale gracias a la sombra que genera dentro suyo el tornillo que lleva dentro y que es cortesía de mi hermano. Yo tendría 12 o 13 y él 8 menos y mientras me reía a boca abierta mientras le hacía rabiar, el nene me cogió de los pelos y me hizo morder la mesa. Resultado. Un hermano pequeño asustado y azotado en el culo por el susto de mi madre y un hermano mayor llorando como un surtidor con el piño partido y el trocito en la mano. Creéis que me he perdido? Ni de coña. La cosa empeora. Mi madre, afanada la pobre en arreglarme la boca (por cierto, una de las marcas familiares de su marido, mi padre: todos de diente apretado por parte de madre) financió una serie de ortodoncias que, cometiendo el error de ser de quita y pon, se perdieron o rompieron, una, dos, tres veces. La edad del pavo. Ruuuuuuuu. Ruuuuuuuuuu. Ya saben. Llegó un momento en que mi madre dijo "hasta aquí hemos llegao" y por fin el adolescente consiguió librarse del problema estético. Que los dientes duelan y sangren las encías y que haya que limpiarlos con una especie de bastoncillo que parece que se lo han robado a un deshollinador de Liliput, no es problema.

mi boquino de jabalín

Eso en cuanto a la dentada. Luego está lo de la pelambre. Por parte de madre, tenemos todos el pelo duro, fuerte, terco, más cerca de la crin o del pelaje que del lacio cabello, por ejemplo, del cabrón de mi hermano. Muchas veces pienso en que si por mi problema de radiación mental llegara a quedarme calvo, sería uno de esos calvos a ronchas, unicorniados como el hijo del relojero de mi pueblo, con abultaciones de pelo crespo entre calva y calva. Aunque por ahora estoy tranquilo: desde hace unos meses tengo un sombrero pararrayos con el que voy de lo más seguro por la calle. Si me miran es porque tengo la costumbre de ir cantando en plan karaoke (con coreografía incluida), listos, que sois unos listos! nadie se da cuenta del sombrero pararrayos. En fin... El tono del pelo? Entre el marrónoscurocasinegro y la cana, pasando por algunos rojizos, según la estación y la hora. Esa bravura y densidad no sólo ocupa mi cráneo privilegiado: se extiende por todo el cuerpo. En la espalda me van creciendo, invierno a invierno, dos moñetes que parecen sombras de muñones de alas pero que sé que algún día serán setos. Por cierto: sobre la frente tengo una visera poblada (marca de la casa paterna) que aunque me afano en desunir con pinzas de esteticién, afloran y afloran, esperando a que me canse. Pero no me canso: me causa gran placer, como bizco que soy, pasarme el rato frente al espejo, sacando, pelo a pelo, la unión de mis cejas. Ahora os creéis que miento cuando hablo de un jabalí mientras escribo? Y hasta ahí voy a escribir, sin entrar en cuestiones sicológicas/sicopáticas
Ortónimo en 2004 agencia PGD

Ortónimo en 2005 agencia PGD


Ortónimo en 2012 autorretrete
La idea, el tótem, el Mostro Conceptual del jabalí me ha parecido siempre estar ligado a mi, igual que un signo del zociado o del horóscopo chino de esos que lees a pies juntillas aunque te rías de lo que pone con desdén, incluso estando tú solo en tu casa, borracho y en bata, un miércoles cualquiera de 1999. O un abril de 2005 en el que despachaste a gusto con tu río infantil, ensartando sarcasmo a la conmiseración y aliteraciones a la sacudida de la memoria y la destrucción, las hermana Nemo y Neme

“Morirás, y de ti no quedará memoria,
Y jamás nadie sentirá deseo de ti
Porque no participarás de las rosas de Pieria”

SAFO


EL JABALÍ EN NEMO NEME


HOCIQUEO EN LAS ROSAS

ciego. Ciego de vivir y de mirar 
los labios perfilados de mi rostro
en la pesadilla 
eran
los de un asesino. Malva de mis labios 
alrededor de mis ojos 
crece,
ciega de vivir y de mirar. De mirar 
no ver. Oír los movimientos de las sombras
que reptan a mis pies,
hociquear en las rosas viéndolas, buscando
el alambique del tallo, 
los labios en mi rostro:
los de un asesino. 


RECUERDA

ENTRÉ COMO UN JABALÍ HERIDO, embestí la habitación 
oscura que era esa memoria. Como un jabalí
herido, buscando 
la herida, mordiendo la brida de la pura rabia. Así entré
sin saberlo. Y allí había padres
y hermanos y niños
que dormían. Los agujeros se ríen en mi cara que tiembla
y ya no hay quietud. Los cuerpos
heridos
preguntan
por sus agujeros. Hijo, niño, hermano, preguntan
y no hay lengua
en mi boca. Grito desde un tubo de metal. La palabra que tengo
es la palabra de la barbarie y es la quemazón
de la herida
por la lanza invisible de este signo en que me he convertido,
jardín de tierra oscura 
donde crezco,
alrededor y dentro
de indiscriminados nacimientos amarillos.

INTENTO DE FUTURAS MANOS. RECUERDA

Llego a los objetos a través de mis manos ancianas
como a través del oscuro esfuerzo de una poza. Soy un viejo.
Un viejo que recuerda y miente. Miente 
en busca del recuerdo. La vela no se ha apagado. La llama
es tenue. Nudos en mis manos. Tocan. Sacan formas del cieno
y dicen. Llego a los objetos
a través de unas manos que no existen, en una vorágine 
lenta, confundida en la raíz misma de su explicación. Soy un viejo,
un anciano que lame la estatua de su muerte
pues no hacen otra cosa los ancianos. Esperan 
hundidos a hundirse más y más en pozos negros. Esperan 
con los ojos nadando en las pozas del recuerdo. Y yo llego a los objetos
para mentir 
desde la máscara,
nudo de mis manos. Veo los cartílagos, las falanges. Las piezas 
de mis manos
¿por qué engranan? La vela no se ha apagado. Soy un viejo. Un anciano
que no quiere ni puede
luchar contra el agujero que se agranda. Que traga
desde el centro del cuerpo
todo. Como un hambre 
sin sosiego, lenta absorción de sumidero. Y busca
la memoria el anciano, y deja el mundo
porque el anciano odia lo que llegará a mañana. Sus manos 
no son manos. A la poza deben la patria. Y esclavo 
de la comprensión, me extingo
viendo la hierba que crece oscura y terrible sin importancia
que lo hará cuando haya una piedra con mi nombre sobre mí, pues no 
todavía
no
todavía, 
me niegan mis manos las no manos de la sombra:

Fallo en el intento y me nombran tartufo. 



(El cuerpo dice, espera)



N. A.: (con firme convicción órfica, dedicado a mi madre Isabel, a mi padre Juan Antonio, a mi hermano David, a mi tía Encarnita y a Cisco&Miño por abrir el grifo de este texto)