EL TEJIDO - CUADERNO DE FUERZA MAYOR (MAYO 2005)

CAMINO PÚRPURA DEL ETERNO FEMEN
  
Se abre una púrpura en el brazo. Tela translúcida de una habitación donde hace frío siempre. Una habitación de un nombre de mujer que no sabe cómo se llama. Y hace frío en esa habitación, frío sin descripciones para la mujer que nace poco a poco en el ojo. Que se deja ver a través del ligero púrpura que oscurece, que va tapando a fuerza de oscurecer. Y el frío sigue más adentro:  en esa habitación está creciendo una mujer donde hace frío siempre. Y no puede describir:  el azul palidece en la soledad y la palabra ojo no tiene explicación para ella poco a poco, perdida en esa mujer.


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25 DE MAYO

Preguntan nuestras bocas, cuál es la palabra para la caracola. El oído se nutre de la memoria. Preguntamos el por qué de esa ceguera del topo y las manos encontramos enterradas;  pero de quién, y no responden. No hay nadie en una casa vacía. Sólo objetos que se endurecen y distancian. Filos que amenazan en la madera. Bordes que rasgan un párpado de dolor en la rodilla. Y las teclas del piano sordo de la espalda. Nadie que responda. Las sombras crecen. Y no hay nadie cuando nuestras bocas. Comemos la judía.



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“No coloques, por favor, no coloques
Laurel amoroso en el whisky,
Mejor despedaza mi corazón
En trozos de sonidos azules… “

Sublimada la rosa, la hembra queda en su realidad. Y en la espina. Y en la canalización sin sentido que crece y se afina y es capaz de ensombrecer un muro blanco, un muro del ojo de dios. Sublimada, pasada a la nube, queda la etérea a la que ya ella y yo, monstruos, amamos, con tristeza y desprecio y con agua transparente y negra en los fregaderos de la noche en la casa. No duerme nadie por el suelo. No duerme nadie.


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 28 DE MAYO

Y cuando las mujeres lloran como perros? Qué hacemos? Abrir y cerrar armarios y coger palabras con las manos desnudas, palabras afiladas que hay en las mesillas dentro de los cajones abiertos por el clamor de las perras. Cuidado. Saber mirar y aplicar óleo perfumado y silente, evitar los cuchillos. Si un perro es cortado, quedará herido para siempre. Pues en la mujer hay un hueco donde esta palabra existe contra nosotros. Ella tiene la divinidad y tiene dedos que terminan en uñas y labios que recubren una dentadura donde la divinidad no se apiadará de nosotros.



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Desfiles... Quién desfila ante nosotros, mientras comemos el silencio y no tenemos párpados. Desfiles. Quién es esa máscara, quién esas manos con las uñas pintadas que tiran de la piel de nuestras espaldas, aquellas que tuvimos y aún tendremos, por los siglos de los signos. Desfiles ante nosotros, comedores de nada, de una nada dura, de un cristal que crece en contra de nuestra  carne separada en dos cuerpos que deambulan por las habitaciones y los cuartos de estar y los salones y los baños, levantando tapas y añadiendo lejía al olor del cuenco del retrete,  una boca desdentada y aséptica que arrastra siempre a la idea de Jonás o del escualo  ballena: una, blanca, y túnel, en que reposa el légamo real de lo que fuimos, de lo más Nosotros Realmente. Y mientras ésas, muecas, mascarones de barcos, pieles trilladas, pasan ante nosotros,  nosotros seguimos en la usura gracias al péndulo-marea, que es un hilo del que cuelga un erizo de uñas. Y cada vez más dos por las habitaciones y pasillos, cada vez más por dos el dolor y el silencio azul de la tristeza y los fragmentos múltiplos. Cada vez más hilos más finos cuando asiste la palabra hendida. Sin saber quién realmente, desfila ante nosotros.



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29 DE MAYO

Donde va ese pájaro que desaparece tras la montaña. Donde el ojo ya no lo alcanza y aún el cráneo lo sigue. Donde se pierde y pasa a ser inmortal en la tristeza del cuenco. Allí. Donde el pájaro que ya no está en el aire, que ya no existe para el cielo parcelado. Allí. Con el tenue amor de los desaparecidos, con el fiero cobarde que se enlaza a la cobarde espera, para siempre, para siempre, en lo que se ha perdido.



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Arranqué y mordí aquella tela del ala. Y me dijiste. Derruí las columnas de los templos. De los pequeños templos de la siesta y el porro y del humo y del baño y del sueño y machaqué el ángel dormido en el alfeizar. Y me dijiste. Mira mis uñas, están aborgoñadas por el flujo y la sangre y la tierra, devorada la luna y lamido el plato vacío del astro, aún hay un lobo. Sin pelaje. Sin hermosura, a sabiendas de los destrozos y el fulaneo de las heces en las sombras. No hay jardines en Versalles, hay legiones de hambres y nudos de un sordo dolor y amputaciones para la belleza. Y yo te lo digo y te lo sudo en este roce, en esta cuchara y en este párpado que humea o teje la telaraña del llanto sordo por mi comprensión. Pues soy. Y tu dijiste. Y yo hablaba tanto que no conseguí alcanzar tus palabras. Y las repetiste, y no las toqué porque me había arrancado las orejas en un antiguo homenaje al mar. Y seguías hablando. Y casi sonreías, allí perdida para siempre, desmembrada. Conmigo


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30 DE MAYO

“te amo por cejas, por cabello, te debato en corredores blanquísimos donde se juegan las fuentes de la luz,
te discuto a cada nombre, te arranco con delicadeza de cicatriz
voy poniéndote en el pelo cenizas de relámpago y cintas que dormían en la lluvia
no quiero que tengas una forma, que seas precisamente lo que viene detrás de tu mano,
porque el agua, considera el agua, y los leones cuando se disuelven en el azúcar de la fébula,
y los gestos, esa arquitectura de la nada,
encendiendo sus lámparas a mitad del encuentro.
todo mañana es la pizarra donde te invento y te dibujo.
pronto a borrarte, así no eres, ni tampoco con ese pelo lacio, esa sonrisa.
busco tu suma, el borde de la copa donde le vino es también la luna y el espejo,
busco esa línea que hace temblar a un hombre en una
galería de museo.
Además te quiero, y hace tiempo y frío.”
Frío como una lámina asquerosa en que el Ceceante se acusa de cerdo y se revuelca. Frío espejo trémulo,Narciso gorgoritante. Tamborilea sobre la piel ennegrecido de esas palabras. Oculta, si finalmente, toda esa lengua que se dice pasadora de cuchillas, no alcanza para otra cosa que el sonido seco del aplauso. Finalmente se ve la más viscosa flor, más allá de las blancas manos enguantadas del tahúr, que se mueven. Gestos para imitar el canto de los hospitales. Las crepitaciones del miserere de los hospitales. Se ve la flor, la babosa que oculta, finalmente descubierta en el tónico seco del tambor para el salmo del chantaje. A Manuel Villalba, autor.



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Pienso en ti para no desaparecer en mí y una hiena se ríe en una sombra. Me vuelvo a descubrir. Un hombre llega a una oficina y se sienta. Escribe una palabra. La oficina esta vacía. No es una oficina es una habitación sin alma. La luz no viene de ninguna parte. Y no va.


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"Palidece el cenit en la cueva. Hay una fuga
una fuga en la muerte, un cisne desdibujado,
gutural rendición, de olvido instante.”



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Sólo pedir que cojas agua con las manos. Lo que sientes es el réquiem del avanti? Mira cómo es imposible y se va se va. Adiós. Y cuánto tarda la humedad en desprenderse. Hay entre los dedos esa membrana que sabe lo que te estoy diciendo.