TRAICIONES (2008-2010)



Algo hay en el trecho entre el impulso y la carne que está roto. Algo que ya no tiene sentido dentro de la maraña autómata. Como haber descubierto lo que no se sabe qué es, pero que hace imposible aceptar el resto. Yacer entre los pulsos y los actos, en una tierra de nadie – y extenderse, en el no terminar de la respiración, en la hegemonía de quijadas, cuyo masticar está vacío y repele el florecimiento de las manos, que se estridencian, que desfiguran y abandonan. No llega el resuello a la formulación. Cada imperio es de la termita, cada ojo ve lo que ha acotado un sistema eléctrico. Y la histeria a cada cosa, como un bramido sordo, un empujar del centro que se anega en las yemas de los dedos, en los nódulos salivados.


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Nada brilla desde dentro, todo es repercusión de luz, formulación del estorbo, terquedad de la materia por seguir; pero seguir es caer, siempre caer. Saber, sobre todo saber que no – las horas dilatadas en la repetición, desaparecen –; pero ante todo está la farsa. Saber que todo volverá oleificado en asco. Asco de saber, repugnancia de este miedo que cava en el cese, donde un paso atrás recupera el nombre, donde una piedad grosera atenaza, una piedad que atora con indefinidas listas dictadas por el ojo. Piedad de quien me pierda, piedad de quien me encuentre al recordad, volteando mi nombre como un hueso en la boca, piedad del gato, de la mesa, de la taza donde el café ha desaparecido, el sol, la ventana. Este cantar víscera como un amasijo de anzuelos que al rodar se agarra, entorpeciendo, frenando.


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Pero no se desemboca ya en el llanto. Sólo en la lasitud, sólo en la difuminación fisiológica, mientras el cerebro se concreta en una lucidez al margen de la idea. Saber en los espejos.


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A la larga, tomado todo como un juego cuya diversión es de una sequedad medrosa. Acto tras acto, la propia vida, vista en los otros: tú, siempre, otro. Como un sabor en la boca, el matiz de un olor desagradable, que socava tiempo y espacio.